Proceso tradicional
La alpargata de cáñamo o de Cervera era elemental, mínima y simple en su concepción. Se elaboraba a partir del cáñamo, que en su gran mayoría, era cultivado en la cuenca del Alhama, dando trabajo a numerosos cerveranos.
Una vez que se cogía el cáñamo se dejaba en los cerros cercanos para secarlo. Se golpeaba contra un tronco o mesa para recoger el cañamón y se metía en pilas con agua para ablandarlo. Posteriormente, se ponía a secar.
Una vez seco, la primera operación a la que se sometía el cáñamo era el Agramado. Se trataba de triturar el tallo del cáñamo con una grama para separar la fibra del resto de la planta vegetal. Era un trabajo que realizaban exclusivamente los hombres, y podía realizarse tanto en lugares como en eras o cercados.
Posteriormente venía el Espadado. Aquí el espadador colocaba el cerro de cáñamo sobre el caballuelo (tabla ancha vertical inserta a otra horizontal) para ir golpeándolo con el borde de la espadilla (especie de tabla de madera provista de un mango), con el fin de eliminar las cañamizas y demás impurezas, quedando suelto el pelo de cáñamo.
Esta operación, exclusiva de hombres, podía realizarse tanto al aire libre, como en lugares cerrados en épocas más frías.
Tras el espadado, la fibra de cáñamo sufría el Rastrillado, que consistía en pasar por un rastrillo, una y otra vez. la fibra de cáñamo, quedando en las púas del rastrillo la fibra de segunda calidad y en las manos del rastrillador, el pelo o fibra de mejor calidad. También se trataba de un trabajo masculino.
Cuando el cáñamo ya estaba limpio e igualado, la fibra pasaba la etapa del Hilado. El hilador colocaba la moña de pelo alrededor de su vientre y sacaba una punta de pelo que se sujetaba a un ganchuelo. A su vez, otra persona, normalmente un niño (denominado torcedor), comenzaba a mover la rueca para ir conformando el hilo. Según se iba hilando, el hilador iba caminando hacia atrás, sacando el cáñamo de la moña con la mano izquierda y con la derecha tensando el hilo.
Aunque se trataba de un trabajo de hombres, en Cervera, llegó a existir una mujer que también realizaba esta labor.
En este punto, a partir de la fibra de segunda calidad obtenida en el rastrillado, llamado pelón las mujeres preparaban unos churros y hacían la trenza con la que posteriormente se formaría la suela de alpargata, es decir, el Trenzado. El empiece lo hacían sobre un "amarradero" (hierro clavado en la pared), y la trenza la iban amontonando en el suelo hasta tener una tarea hecha, 50 vueltas, y cada una era una distancia desde el brazo, en posición semidoblada, hasta el pie. Ésta era la primera etapa en la que participaban las mujeres, y además de forma exclusiva.
A partir de aquí comenzaba el Urdido y Cosido de la suela en el banco de alpargatero, un trabajo exclusivamente masculino. Esta era la fase de confección de las alpargatas que tanto personalizó a Cervera.
Los urdidores tomaban la trenza y la medían, según el tamaño futuro de la alpargata, a través de unas medidas prefijadas en el banco. Después de formar un aro o con la trenza, la iban llenando, desde la parte extrema hasta la hijuela de la alpargata. Una vez realizado esta operación, los mismos urdidores se convertían en costureros, para lo que necesitaban la cosedera y la aguja de urdir, iniciaban el cosido por el talón, dando de 30 a 33 puntadas, y acababan cosiendo tras trasversalmente toda la suela.
La última labor para terminar las alpargatas era la que realizaban las mujeres y la que todavía hoy se trata del Remonte. Consistía en coser el tomo ( pieza de lona de forma trapezoidal) a la parte delantera de la suela y el talón a la parte trasera por medio de una hebra de cáñamo.
A su vez, se realizaba la puntera y los lados, uniendo así la delantera y la trasera.
El cosido podía hacerse por fuera, alrededor de la suela, que es lo que se denomina remonte, o por dentro, mediante puntadas finas, denominado capellado.